martes, 10 de diciembre de 2013

TU FUERZA INTERIOR / YOUR INNER STRENGHT (II)


Lukas (1986) sugiere: "Luchar contra el destino cuando no hay salida, lleva a la desesperación" y “la desesperación es sufrimiento sin significado” Frankl.

En un artículo, Simonton (1994) afirma que la enfermedad tiene "un gran valor", por su capacidad para inspirarnos: qué se debe dejar de hacer y qué se debe cambiar en la vida. Simonton piensa que nuestros hábitos de trabajo y ocio, nuestra manera de relacionarnos, nuestra falta de reflexión y de decisión sobre la manera más saludable de vivir nuestra vida, puede contribuir de forma significativa al desarrollo de enfermedades.

Moos y Schaefer (1986) acreditan que las situaciones de crisis poséen “una potencialidad para el crecimiento que es intrínseca a estas situaciones". Después de presentar algunos ejemplos dramáticos de personas que utilizaron para su desarrollo personal y apertura hacía los demás algunas grandes crisis de sus vidas (la difícil recuperación de un accidente de coche; haberse tornado tetrapléjico; haber sido prisionero en un campo de concentración) se preguntan: "¿Cómo individuos como estos pueden transcender las más profundas crisis de la vida, en cuanto otros se derrumban con estresores bastante menores?".

Una crisis es considerada como tal por perturbar el sistema habitual de pensamiento y conducta de la persona, causando un estado de caos que se acompaña de sentimientos perturbadores. Al no poder permanecer mucho tiempo en un estado de crisis, se intenta restablecer el equilibrio, con resultado adaptativo o no.

Moos y Schaefer (1986) afirman que "los episodios estresantes de la vida pueden enriquecer los valores y creencias de una persona al hacer necesario asimilar nuevas experiencias... impulsando el desarrollo de nuevas habilidades cognitivas y personales".

Spiegel, Kraemer, Bloom y Gotheil (1989) en una investigación de pacientes con cáncer metastásico, relatan que ayudaban a estos pacientes a "entender el significado de su tragedia", utilizando su vivencia para ayudar a otros pacientes y a sus familiares a afrontar mejor la enfermedad.

Esto es, sencillamente, aplicar el altruismo de estos individuos, que es uno de los factores terapéuticos, mencionados por Yalom (1995), o la autotranscendencia, de Frankl (1967), posibilitando encontrar un aspecto positivo en la experiencia de enfermedad.

Muñoz Sánchez y González Barón (1996) relatan el caso de una enferma, no terminal, en que habían actuado estos aspectos de autotranscendencia. Le habían amputado las dos piernas, y cuentan que lloró durante semanas hasta que un día le trajeron a un joven en silla de ruedas, deprimido y que quería morir. Con el pasar del tiempo, se tornaron amigos al compartir sus penas. El joven, más animado y confortado, fue capaz de superar la depresión y continuar viviendo. Ello animó a los médicos a traer otros enfermos a esta mujer, con resultados semejantes. Ella cuenta: "Descubrí que explicándoles mi historia y dejando que desahogaran sus corazones, se recuperaban de su tristeza. Con los años, he hablado con cientos de enfermos. Mi gran alegría es ver cómo ellos vuelven gradualmente a amar la vida. Mi vida ahora tiene más sentido que nunca" decía.

Es un ejemplo elocuente de cómo el altruismo la autotrancendencia y tener un sentido en la vida, tiene efectos terapéuticos tanto para las personas que los practican como para los receptores.

Barnes (1994) presenta diversos casos de personas que tuvieron que enfrentarse a muchas dificultades, incluyendo graves enfermedades y que todavía fueron capaces de darle un sentido a la vida. Hablando del sufrimiento del cual no podemos escapar dice: "Puede que no seamos capaces de cambiar nuestro destino, pero... podemos cambiar nuestra actitud".
 (SIGUE...)